El síndrome del niño hiperregalado

Se acerca la Navidad, una época llena de magia e ilusión, sobre todo para los más pequeños de la casa. Ellos se convierten en protagonistas y son los que más regalos reciben de sus familias. A simple vista parece algo maravilloso que llenará de buenos recuerdos la infancia.

Sin embargo, vivimos una época donde la mayoría de los niños crecen con mucho más de lo que necesitan. Parece que tienen demasiado de todo y muchos adultos asumen la actitud de comprar todo aquello que los niños exigen sin medir las consecuencias de lo que esto puede ocasionar en su futuro. Tanto es así que hoy se habla del síndrome del niño hiperregalado.

3 Características del niño hiperregalado

1. Baja tolerancia a la frustración

Cuando somos adultos aprendemos que no podemos tener todo lo que deseemos. Si un niño recibe todo aquello que pide sin siquiera tener que esperar un proceso o sin necesitarlo, crecerá creyendo que todas las personas deben hacer exactamente lo que él quiera. Como consecuencia no tendrá las herramientas emocionales para asumirlo cuando no sea así.

Son los padres los encargados de enseñar la tolerancia a la frustración. Hay que analizar la situación cuando algo no sale como queremos, si esta dependía de uno mismo o bien de circunstancias ajenas que debemos respetar según sea el caso.

2. Poca imaginación al crear cosas nuevas

Los niños necesitan espacios de aburrimiento que les permita inventar juegos nuevos, imaginar situaciones y representarlas. Deben observar el funcionamiento de las cosas de uso cotidiano y preguntarse cómo y por qué.

Entre más funciones tenga un juguete, menos requerirá la inventiva del niño para divertirse desaprovechando el periodo de mayor aptitud de su cerebro para establecer habilidades innatas.

3. Incapacidad para valorar los pequeños detalles

La manera en la que los padres demuestran el amor a sus hijos les permite formar una imagen de cómo relacionarse con los demás. Los niños que reciben demasiados regalos pierden más fácilmente la ilusión por la novedad y por apreciar los pequeños detalles.

Los juguetes pronto quedan olvidados y aparece una necesidad insaciable de querer recibir siempre algo nuevo. En la vida adulta esto se traduce en esperar siempre algo material de aquellos que le rodean para sentirse amado o aceptado. De esta forma pierden la capacidad de valorar aquellas cosas que parecen más sencillas, como el tiempo de calidad, las bellas palabras, los actos de servicio que puedan ofrecerle o incluso demostraciones físicas de afecto tan importantes y valiosas como un abrazo.

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